viernes, 12 de diciembre de 2025

1 Corintios 3:16, el templo y el espíritu en su contexto cultural más próximo

 

1 Corintios 3:16, el templo y el espíritu en su contexto cultural más próximo.

“¿No saben que son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en ustedes?” (RVA)

Algunos comentaristas que analizan el tema del templo y el espíritu, especialmente en 3:16 tienden a abordar el pasaje desde el punto de vista del como los paganos entendían la relación entre sus templos y sus deidades, (por ejemplo, Thiselton, Lim, u otros). Sin embargo, estos pasan por alto el contexto cultural más próximo y natural que puede ayudarnos a entender el tema entre el templo-espíritu en tiempos de Pablo. En esta ocasión deseo presentar y recomendar otro punto de vista más preciso el cual nos viene de la mano de Basham David Anthony, (Paul, the Temple, and Building a Metaphor, 2024, ed. Bloomsbury Publishing, por supuesto el comentario está en inglés):

“Pablo asume una estrecha correspondencia entre el Espíritu de Dios y νας θεο en 1 Corintios (1 Co 3:16–17; 6:19; cf. Ef 2:21–22). Sin embargo, ningún texto de la Biblia Hebrea se refiere explícitamente al Espíritu habitando en el templo de Jerusalén, lo que lleva a Eyal Regev a atribuir esta idea como una innovación de Pablo. En cambio, el Espíritu suele describirse como presente con el pueblo de Dios (cf. Sal 51:11; Isa 63:9–10), aunque se anticipaba una efusión/derrame especial del Espíritu de Dios en las profecías posexílicas sobre la restauración de Israel (cf. Isa 32:15; 44:3; Ez 36:27; 37:14; 39:29; Joel 2:28–29), una esperanza que 2 Corintios 6:16 —paulina o deuteropaulina— considera ahora cumplida. Joseph Greene ha demostrado que la idea del Espíritu de Dios en el templo de Dios no era exclusiva de Pablo, sino más bien el resultado de un “traslape e intersección” entre la presencia de Yahvé (como “nube” o “gloria”) en el templo y el Espíritu de Yahvé entre el pueblo fuera del templo, especialmente en los períodos del exilio y posexílico después de la destrucción del primer templo. Como cita Greene, la Biblia Hebrea y la literatura del Segundo Templo implican una correlación entre la nube/gloria en el templo y el Espíritu de Dios. Josefo hace este vínculo explícito en su descripción de la dedicación del primer templo por Salomón. Después de que los sacerdotes colocaron el arca del pacto en el templo, apareció de repente una nube espesa, no amenazante ni como una nube de lluvia hinchada en temporada de invierno, sino difusa y templada, que entró en el templo y oscureció la vista de los sacerdotes de modo que no podían verse entre ellos; y produjo en la mente de todos ellos la impresión y creencia de que Dios había descendido al templo y estaba complacido en habitar allí (Ant. 8.106–7 [Marcus, LCL]).

Como parte de la oración de Salomón, según este relato, él suplica al Dios de su padre David “que envíes una porción de tu espíritu para que habite en el templo, para que también parezca que estás con nosotros en la tierra. Porque para ti hasta la bóveda entera del cielo y todo su ejército es una habitación pequeña; ¡cuánto menos este pobre templo!” (énfasis mío; Ant. 8.114 [Marcus, LCL]). Sin embargo, el Espíritu de Dios nunca es mencionado en los relatos bíblicos de esta dedicación en 1 Reyes 8 ni en 2 Crónicas 6. Más bien, Josefo ha equiparado el Espíritu de Dios con la nube de gloria mencionada anteriormente como la presencia divina en el primer templo. El autor de Isaías 63 ya identifica la nube de gloria con el Espíritu de Dios al recordar el éxodo, pero Josefo (y Pablo, sostengo) representa esta visión explícitamente en relación con el templo.

Además, en el recuento de la dedicación del templo de Salomón, Josefo se aparta de los relatos bíblicos al excluir referencias a enemigos y guerra en el pasaje. En lugar de que Salomón concluya su oración diciendo: “para que todos los pueblos de la tierra conozcan que el SEÑOR es Dios; no hay otro” (1 Re 8:60), Josefo hace que Salomón concluya con la esperanza de que todos reconozcan que “los hebreos… no son inhumanos por naturaleza ni hostiles hacia quienes no son de nuestro país, sino que desean que todos por igual reciban ayuda de Ti y disfruten de tus bendiciones” (Ant. 8.117 [Marcus, LCL]). Según John Levison, tal alteración refleja el intento de Josefo de “disipar la calumnia de la misantropía judía”. Este sentimiento es especialmente evidente en Contra Apión, donde Josefo explica que el propósito de la ley judía es “promover la piedad, las relaciones amistosas entre unos y otros, y la humanidad hacia el mundo en general, además de la justicia, el valor y el desprecio por la muerte” (2.146 [Thackeray, LCL]). Levison deduce que la inclinación de Josefo a promover la naturaleza filantrópica de los judíos sugiere la dificultad que enfrentó cuando se vio obligado a interpretar, en un entorno definido en parte por sentimientos antijudíos, la versión bíblica de la dedicación del templo de Salomón, en la que la elección de Israel, la centralidad del templo y la convicción de que “el SEÑOR es Dios; no hay otro” aparecen tan prominentes.61

Levison explica que la terminología de Josefo en su modificación de la oración de Salomón es de naturaleza estoica, ya que la concepción estoica de πνεμα expresa esta idea de unidad cósmica: “Una petición por una porción del espíritu se cumplió cuando el fuego saltó del aire [2 Crónicas 7], cuando los dos componentes constitutivos del πνεμα, entendidos desde una perspectiva estoica, aparecieron.” Levison llega a afirmar que la aplicación del estoicismo a la oración dedicatoria de Salomón en realidad socava la noción de que Dios habitaría permanentemente solo en el templo de Jerusalén, contrarrestando la idea del exclusivismo judío. En cambio, como en el pensamiento estoico, se dice que Dios se mueve a través de toda la creación. Aunque Levison podría tener razón en que Josefo revisa la oración de Salomón para hacer el relato más adecuado para audiencias de inclinación estoica, esta motivación, como contraargumenta Greene, “no excluye que Josefo también siga representaciones judías ya existentes. Incluso si Levison tiene razón respecto a la motivación de Josefo, el pasaje aún da testimonio de la comodidad de al menos un judío helenístico al equiparar la nube de gloria con el Espíritu de Yahvé.” ”.

También vale la pena como una lectura adicional y complementaria: Epistle to the Ephesians A Commentary de Rudolf Schnackenburg, 2001, pag. 149; Paul: The Pagans’ Apostle de Paula Fredriksen, pg. 154.

lunes, 8 de diciembre de 2025

Bloomberg sobre Mateo 28:19ª y la comisión de Jesús

 

Bloomberg sobre Mateo 28:19ª y la comisión de Jesús

En esta ocasión solo deseo compartir una porción del nuevo comentario de Blomberg (Matthew: The Christian Standard Commentary, 2025) sobre Mateo 28:19ª, las cursivas son agregados míos para resaltar ciertas ideas del texto:

“28:19a El mandamiento principal de la comisión de Cristo es “hacer discípulos”. A menudo se ha hecho demasiado, o muy poco, de esta observación. Se hace demasiado cuando el “ir” de los discípulos se subordina en exceso, como si el encargo de Jesús fuera simplemente hacer prosélitos donde uno ya está. Mateo usa con frecuencia “ir” como un participio introductorio de circunstancias acompañantes que se traduce correctamente como coordinado con el verbo principal—aquí, “Vayan… y hagan” (cf. 2:8; 9:13; 11:4; 17:27; 28:7). Debido a que el verbo principal es imperativo, el participio que lo modifica también toma un sentido imperativo.

Se hace muy poco de esta idea cuando se centra toda la atención en el mandato de “ir”, como sucede en innumerables llamados a candidatos misioneros, elevando las misiones extranjeras a un estatus más alto que otras formas de servicio espiritual. “Hacer discípulos de todas las naciones” requiere que muchas personas salgan de su tierra, pero el enfoque principal de Jesús sigue siendo la responsabilidad de todos los creyentes de reproducirse espiritualmente dondequiera que estén.

El verbo “hacer discípulos” también ordena un tipo de evangelismo que no termina cuando alguien hace una profesión de fe. Los participios verdaderamente subordinados en el v. 19 explican lo que implica hacer discípulos: “bautizarlos” y “enseñarles” obediencia a todos los mandamientos de Jesús. El primero es una iniciación decisiva, realizada una sola vez, que introduce a la persona en una comunidad cristiana. El segundo es una tarea de toda la vida, siempre incompleta. Es interesante que “enseñar” y no “predicar” aparezca como el método principal para formar discípulos (cf. Hch 2:38).844 La proclamación en todo el NTespecialmente en Hechoses mucho más evangelística por naturaleza.

“Todas las naciones” traduce panta ta ethnē. Las dos principales opciones para interpretar ethnē son gentiles o pueblos (es decir, grupos étnicos). La primera traducción es común entre quienes consideran que Jesús o Mateo creían que Dios rechazó a los judíos de una vez por todas. Hemos visto repetidamente evidencia que pone seriamente en duda esa perspectiva (ver 10:23; 23:39; 24:30; 27:25). Los usos más recientes de ethnē en Mateo (24:9, 14; 25:32) parecen incluir tanto a judíos como a gentiles como destinatarios de la evangelización y del juicio. Dios no está dándoles la espalda a los judíos aquí. Lo que ha cambiado es que ya no pueden ser salvos simplemente confiando en Dios bajo el pacto mosaico. Todos los que deseen tener comunión con Dios ahora deben venir a Él a través de Jesús.

Sin embargo, la antigua promesa hecha a Abraham, de que su descendencia sería bendición para todas las naciones del mundo (Gn 12:1–3), ahora se está cumpliendo. Las restricciones de 10:5–6 y 15:24 quedan anuladas.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Teología(s) y Estudios Bíblicos: ¿Cuál es la diferencia entre estas disciplinas?

 

Teología(s) y Estudios Bíblicos: ¿Cuál es la diferencia entre estas disciplinas?

Las disciplinas relacionadas con la religión presentan puntos en común, pero también diferencias metodológicas importantes. Una forma sencilla de visualizar esta relación es mediante una analogía: así como el fútbol y el básquet son ambos deportes, aunque se juegan con reglas muy distintas, lo mismo ocurre entre la teología y los estudios bíblicos. Confundir estas disciplinas o utilizarlas de manera indistinta puede llevar a cometer una falacia de categoría, algo que he observado incluso en personas con formación académica.

¿Teología o teologías?

El término teología proviene del pensamiento griego y, a lo largo de la historia, ha adquirido diversos matices. Hoy en día se entiende de múltiples maneras, pero en mi opinión una definición útil para el ámbito académico es: el estudio de las creencias, discursos y reflexiones sobre Dios y lo divino dentro de las tradiciones religiosas.

Dado el amplio abanico de tradiciones existentes, es más preciso hablar de teologías en plural. Desde la academia, encontramos por ejemplo la teología sistemática o dogmática, la teología moral, la teología de la liberación, etc. Desde una perspectiva confesional, cada denominación desarrolla su propia comprensión teológica: la teología bautista difiere de la pentecostal; la teología calvinista difiere de la arminiana, y así sucesivamente.

¿Qué distingue a los Estudios Bíblicos?

A diferencia de la mayoría de las teologías, cuyo enfoque suele estar condicionado —aunque no necesariamente limitado— por marcos doctrinales y confesionales, los estudios bíblicos se centran en el análisis del texto dentro de su contexto social, cultural e histórico. Su objetivo principal es comprender qué quiso comunicar el autor original a su audiencia contemporánea.

Para ello, los estudios bíblicos emplean metodologías críticas como la crítica textual, la crítica literaria, el método histórico-crítico, la arqueología o la lingüística semítica. Su aproximación busca minimizar presupuestos teológicos posteriores, lo que permite evitar conclusiones anacrónicas que a veces surgen dentro de desarrollos teológicos dependientes de tradiciones, concilios o sínodos.

Una falacia de categoría frecuente

No distinguir claramente entre ambas disciplinas conduce a errores metodológicos. Un ejemplo común es asumir que, porque un académico pertenece a cierta denominación o sostiene una teología particular, necesariamente interpretará que el mensaje original de un texto bíblico de acuerdo con esa teología. Esto es una falacia de categoría: confundir un análisis teológico con un análisis crítico-histórico.

Un académico puede presentar una interpretación desde un marco teológico, pero eso no implica que dicha interpretación sea la misma que adoptaría desde la disciplina de los estudios bíblicos. Por esta razón, intentar reconciliar los resultados de un análisis bíblico académico utilizando por los presupuestos teológicos de la persona, puede ser metodológicamente incorrecto.

Sobre las Ciencias Bíblicas

En la actualidad ha surgido un término más específico dentro de los estudios bíblicos: ciencias bíblicas (biblical sciences). Esta subdisciplina enfatiza el uso sistemático de métodos científicos y herramientas interdisciplinarias aplicadas al estudio del texto. Espero el próximo año realizar al menos un diplomado en el área para poder ofrecer una descripción más detallada basada en mi experiencia sobre esta subdisciplina.