1
Corintios 3:16, el templo y el espíritu en su contexto cultural más próximo.
“¿No saben que
son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en ustedes?” (RVA)
Algunos
comentaristas que analizan el tema del templo y el espíritu, especialmente en 3:16
tienden a abordar el pasaje desde el punto de vista del como los paganos
entendían la relación entre sus templos y sus deidades, (por ejemplo, Thiselton,
Lim, u otros). Sin embargo, estos pasan por alto el contexto cultural más próximo
y natural que puede ayudarnos a entender el tema entre el templo-espíritu en tiempos de Pablo.
En esta ocasión deseo presentar y recomendar otro punto de vista más preciso el
cual nos viene de la mano de Basham David Anthony, (Paul, the Temple, and
Building a Metaphor, 2024, ed. Bloomsbury Publishing, por supuesto el comentario está en inglés):
“Pablo asume
una estrecha correspondencia entre el Espíritu de Dios y ναὸς θεοῦ en 1 Corintios (1 Co 3:16–17; 6:19; cf. Ef 2:21–22). Sin
embargo, ningún texto de la Biblia Hebrea se refiere explícitamente al Espíritu
habitando en el templo de Jerusalén, lo que lleva a Eyal Regev a atribuir esta
idea como una innovación de Pablo. En cambio, el Espíritu suele describirse
como presente con el pueblo de Dios (cf. Sal 51:11; Isa 63:9–10), aunque se
anticipaba una efusión/derrame especial del Espíritu de Dios en las profecías
posexílicas sobre la restauración de Israel (cf. Isa 32:15; 44:3; Ez 36:27;
37:14; 39:29; Joel 2:28–29), una esperanza que 2 Corintios 6:16 —paulina o
deuteropaulina— considera ahora cumplida. Joseph Greene ha demostrado que la
idea del Espíritu de Dios en el templo de Dios no era exclusiva de Pablo, sino
más bien el resultado de un “traslape e intersección” entre la presencia de
Yahvé (como “nube” o “gloria”) en el templo y el Espíritu de Yahvé entre el
pueblo fuera del templo, especialmente en los períodos del exilio y posexílico
después de la destrucción del primer templo. Como cita Greene, la Biblia Hebrea
y la literatura del Segundo Templo implican una correlación entre la
nube/gloria en el templo y el Espíritu de Dios. Josefo hace este vínculo
explícito en su descripción de la dedicación del primer templo por Salomón. Después
de que los sacerdotes colocaron el arca del pacto en el templo, apareció de
repente una nube espesa, no amenazante ni como una nube de lluvia hinchada en
temporada de invierno, sino difusa y templada, que entró en el templo y
oscureció la vista de los sacerdotes de modo que no podían verse entre ellos; y
produjo en la mente de todos ellos la impresión y creencia de que Dios había
descendido al templo y estaba complacido en habitar allí (Ant. 8.106–7 [Marcus,
LCL]).
Como parte de
la oración de Salomón, según este relato, él suplica al Dios de su padre David
“que envíes una porción de tu espíritu para que habite en el templo, para que
también parezca que estás con nosotros en la tierra. Porque para ti hasta la
bóveda entera del cielo y todo su ejército es una habitación pequeña; ¡cuánto
menos este pobre templo!” (énfasis mío; Ant. 8.114 [Marcus, LCL]). Sin embargo,
el Espíritu de Dios nunca es mencionado en los relatos bíblicos de esta
dedicación en 1 Reyes 8 ni en 2 Crónicas 6. Más bien, Josefo ha equiparado el
Espíritu de Dios con la nube de gloria mencionada anteriormente como la
presencia divina en el primer templo. El autor de Isaías 63 ya identifica la
nube de gloria con el Espíritu de Dios al recordar el éxodo, pero Josefo (y
Pablo, sostengo) representa esta visión explícitamente en relación con el
templo.
Además, en el
recuento de la dedicación del templo de Salomón, Josefo se aparta de los
relatos bíblicos al excluir referencias a enemigos y guerra en el pasaje. En
lugar de que Salomón concluya su oración diciendo: “para que todos los pueblos
de la tierra conozcan que el SEÑOR es Dios; no hay otro” (1 Re 8:60), Josefo
hace que Salomón concluya con la esperanza de que todos reconozcan que “los
hebreos… no son inhumanos por naturaleza ni hostiles hacia quienes no son de
nuestro país, sino que desean que todos por igual reciban ayuda de Ti y
disfruten de tus bendiciones” (Ant. 8.117 [Marcus, LCL]). Según John Levison,
tal alteración refleja el intento de Josefo de “disipar la calumnia de la
misantropía judía”. Este sentimiento es especialmente evidente en Contra
Apión, donde Josefo explica que el propósito de la ley judía es “promover
la piedad, las relaciones amistosas entre unos y otros, y la humanidad hacia el
mundo en general, además de la justicia, el valor y el desprecio por la muerte”
(2.146 [Thackeray, LCL]). Levison deduce que la inclinación de Josefo a
promover la naturaleza filantrópica de los judíos sugiere la dificultad que
enfrentó cuando se vio obligado a interpretar, en un entorno definido en parte
por sentimientos antijudíos, la versión bíblica de la dedicación del templo de
Salomón, en la que la elección de Israel, la centralidad del templo y la
convicción de que “el SEÑOR es Dios; no hay otro” aparecen tan prominentes.61
Levison
explica que la terminología de Josefo en su modificación de la oración de
Salomón es de naturaleza estoica, ya que la concepción estoica de πνεῦμα expresa esta idea de unidad cósmica: “Una petición por
una porción del espíritu se cumplió cuando el fuego saltó del aire [2 Crónicas
7], cuando los dos componentes constitutivos del πνεῦμα, entendidos desde una perspectiva estoica, aparecieron.”
Levison llega a afirmar que la aplicación del estoicismo a la oración
dedicatoria de Salomón en realidad socava la noción de que Dios habitaría
permanentemente solo en el templo de Jerusalén, contrarrestando la idea del
exclusivismo judío. En cambio, como en el pensamiento estoico, se dice que Dios
se mueve a través de toda la creación. Aunque Levison podría tener razón en que
Josefo revisa la oración de Salomón para hacer el relato más adecuado para
audiencias de inclinación estoica, esta motivación, como contraargumenta
Greene, “no excluye que Josefo también siga representaciones judías ya
existentes. Incluso si Levison tiene razón respecto a la motivación de Josefo,
el pasaje aún da testimonio de la comodidad de al menos un judío helenístico al
equiparar la nube de gloria con el Espíritu de Yahvé.” ”.
También vale la pena como una lectura adicional y complementaria: Epistle to the Ephesians A Commentary de Rudolf Schnackenburg, 2001, pag. 149; Paul: The Pagans’ Apostle de Paula Fredriksen, pg. 154.